11 de septiembre de 2011

LA CULTURA DE LA QUEJA LLEVA A OCCIDENTE A LA DECADENCIA.



Swami Parthasarathy; maestro de vedanta; exégeta de los antiguos Vedas

Tengo 84 años y, tras siglos de rapiña colonial, veo por fin el despertar de la India y Asia. Nuestra cultura de la responsabilidad nos está haciendo más prósperos que ustedes. Llevo casado ¿la familia es dar o no es¿ 58 años con mi única esposa. No muera sin haberse conocido.

Una cultura basada sólo en los derechos individuales no lleva a la armonía personal ni colectiva, porque, quien es educado en la convicción de que tiene derecho a todo siempre encuentra motivos para la queja.

¿Y no es así?
Al contrario: si vives convencido de que tienes todos los derechos, crees que la única razón de tu insatisfacción es que alguien no te los ha dado. Y de ese modo pierdes la oportunidad de tener responsabilidades. Y, por ello, eres desgraciado, porque pierdes el control sobre tu propia existencia.

¿Por qué?
Porque si sólo crees tener derechos, la causa de tu insatisfacción no está en ti mismo, sino en los demás, en algo que otros no te dan. Y, al pensar así, te conviertes en un niño mimado y dependiente al que por mucho que se le dé todo, siempre le faltará algo.

¿La cultura de los derechos es también la de la queja y la insatisfacción?
Exactamente. Por eso Occidente siempre se queja y por eso ustedes siempre están insatisfechos por mucho que tengan.

Ahora tal vez tengamos motivos.
Todo está relacionado. La cultura de la queja es la razón de la decadencia de Occidente. Porque, además de insatisfechos, esa cultura de los derechos individuales sin ninguna responsabilidad social también los hace a ustedes egoístas e improductivos.

También esa cultura nos hacía –hasta ahora– más prósperos que nadie.
El tiempo ha puesto las cosas en su sitio y cuando, por fin, en la India y Asia nos hemos liberado de su colonialismo, nuestro sentido de la responsabilidad nos ha permitido volver a ser prósperos.

¿Cómo?
La India y toda Asia y sus sociedades colectivistas están basadas en el sentido del deber hacia los demás: el pueblo, la familia, la sociedad. Por eso ahora ya estamos compitiendo con ustedes en el terreno económico.

No sé si veo la relación...
Una sociedad como la occidental, basada en la continua reclamación de derechos, los condena a la queja. Y los culpables siempre son los demás: el Estado, el empresario, tu familia, los políticos, el municipio... Pero lo peor es que, de ese modo, dejas la responsabilidad de tu vida a alguien que no eres tú. Tú deberías ser, en cambio, quien decidiera sobre tu propia satisfacción.

¿Cómo recuperas la iniciativa?
Dando. Basando tu vida en las obligaciones y las responsabilidades. Eso volvería a hacerlos más productivos a ustedes los occidentales. Porque, para que te den algo que crees merecer, sólo tienes que ser lo suficiente insistente y hasta quejica, y tal vez te lo acaben dando. Pero para poder dar algo a los demás, antes tienes que haberlo producido y creado, y después ser generoso.

Dar no es la cultura imperante aquí.
Si fundas tu existencia en la responsabilidad y la generosidad de dar, recuperas el control sobre tu propia existencia. Porque dar depende sólo de ti; recibir te pone a merced de los demás. Si fundas tu familia sólo para recibir amor y derechos, nunca obtendrás bastante y acabarás abandonándola.

¿Por qué?
Porque el único modo de lograr tener una familia duradera es vivir para dárselo todo. Mi única mujer y yo llevamos 58 años casados...Y felices. Porque nunca pensamos en lo que nos debe el otro, sino en lo que podemos darle a él y a nuestros hijos. El día en que piensas más en lo que recibes que en lo que das, la familia deja de tener ningún sentido. Nunca te dará bastante.

¿Esa actitud requiere tener religión?
Es universal y eterna en el ser humano que se conoce. Las civilizaciones que progresan están fundadas en la generosidad, en personas que trabajan, crean y dan a los demás.

Adam Smith creía que los egoísmos individuales arbitrados en mercados eficientes crean prosperidad colectiva.
Ese tipo de actividad puede darte prosperidad, pero no paz interior. No es que la prosperidad sea mala en sí, pero si no va acompañada de crecimiento interior, no satisface a nadie. Al contrario, esa hiperactividad te estresa, y te vuelve engreído e intratable.

¿Por qué?
Porque el único placer real que da ganar algo es poder compartirlo. Lo descubre el vedanta desde hace milenios. Y de él bebieron Platón, Sócrates, Jesucristo y Mahoma. Y miles de maestros de todas las culturas.

¿En qué consiste?
No hace falta una fe ciega ni ascetismo ni grandes revelaciones. Llegará a esa verdad por su propio sentido común. No se trata de ser santo, sino simplemente sensato.

¿Disciplina mental?
Madurez. Y no me refiero a la acumulación de conocimiento, sino a sabiduría vital. El placer, por ejemplo, lleva aparejado el desplacer. Si usted bebe por placer, acabará sufriendo por la bebida, a menos que aprenda a controlar su deseo –es la neutralización– y madure hasta descubrir que beber menos es la mejor forma de disfrutarlo más.

También depende de con quién bebas.
La causa de una relación mala no está en el otro, sino en tu propia actitud. El defecto no está en el amigo, el coche, la casa, la esposa... sino en ti mismo, en tu actitud hacia ellos. Todo conflicto de relación es una oportunidad para estudiarte y corregirte. Antes de quejarse de los demás, estúdiese y verá que el problema está en usted.
La solución eres tú

"Una mujer buena te hará feliz: la mala te hará filósofo", ironiza el swami (maestro) Parthasarathy y asiente el empresario Luis Daswani, pionero del vedanta en Catalunya y su palco del Camp Nou, donde da buen karma al Barça. El vedanta no es religión ni secta ni pide dinero ni fieles. Es una disciplina milenaria de raciocinio de la que beben tradiciones como la socrática, la aristotélica, la cristiana o la musulmana. De ella aprendo neutralización: para disfrutar más de la bebida, bebe menos (sirve para cualquier placer). Y me dice cómo localizar problemas: busca el problema en ti mismo –corrige tu actitud– y deja de echar la culpa a los demás. En ti está todo problema y toda solución.

www.lavanguardia.es
Foto: David Airob

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