(para Gustavo Martín Garzo)
Todos estamos mancos en el mundo;
la mayoría de los seres humanos no se dan cuenta;
la mayoría de quienes se dan cuenta son incapaces de aceptarlo.
El enigma de la vida no es lo acabado, lo consumado, lo pleno, sino lo imperfecto. Mal
haya quien se obstina en perseguir la perfección, pues la vida le escapa, la vida y su enigma.
No tiene doble fondo porque no tiene fondo.
Imágenes persiguen a imágenes que persiguen a imágenes. El espesor de las pantallas de televisión disminuye constantemente, su brillo y superficie aumentan, el prisionero olvida que alguna vez deseó escapar. No tiene doble fondo porque no tiene fondo.
Es asunto de preferencias y de expectativas, me diréis. Es asunto de vida que se debate en un tremedal de hidrocarburos, en una imparcialidad de quirófano, en un interminable chapaleo hertziano, creo que os contestaría. Todos estarnos mancos en el mundo, pero ninguna herida puede resumirse a conocimiento categorizable.
En poesía no se puede ni hablar por hablar, ni hablar por el placer de escucharse a sí mismo.
El breve tiempo y la demasiada muerte nos vedan tales frivolidades. El soliloquio me parece esencialmente no poético: en poesía todo se extrema hacia el tú.
Todo ocupa un lugar: también la palabra prescindible. Para ocupar el suyo, la palabra prescindible ha desplazado o bien a la palabra sustancial, o bien al silencio. Eso es intolerable.
No estoy hablando de buenos sentimientos. Estoy hablando de las caderas de la mujer que no dejaba de estornudar en pleno verano, o del paso del hombre frágil que cuando cruzaba la calle iba exponiéndose en cada movimiento.
La lumbre del despertar, para quien no persigue el cristal helado cuya absoluta transparencia hechiza.
Para éste la sal del sudor, la dulzura del pan compartido y la sumergida incandescencia de la sangre.
Jorge Riechmann
Pensat i escrit per en Jaume Timoner.
Foto: Joan Fuxá (http://sesfotosdenjoan.blogspot.com/)
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