Florence Noiville, autora de 'Soy economista y os pido disculpas'
Tengo 50 años: he aprendido que puedes maximizar el placer sin maximizar el beneficio. No quiero ser jefa ni cobrar más; sólo disfrutar haciendo bien mi trabajo. Tengo tres hijos y marido. Ex compañeros de escuelas de negocios ayudaron a Grecia a falsear sus cuentas y mentir.
Me llamó un ex compañero de la École d´Hautes Études Commerciales (HEC).
Prestigiosa y elitista escuela de negocios.
Me dijo que celebraríamos "una superfiesta" por los 25 años de nuestra promoción.
¿No le gusta ver cómo envejecen otros?
Le pregunté si creía que teníamos algo que celebrar: ¿cómo podían cobrar esos ex compañeros treinta veces el salario medio por haber ayudado en la banca de inversión a la gran estafa universal de las subprime?
¿Usted es un poco aguafiestas, no?
Si celebro una fiesta, quiero tener motivos para celebrarla. Y no los tengo.
¿Cobran mucho sus compañeros?
Algunos, diez veces más que yo. O más.
¿Cuánto cobra usted en Le Monde?
Sólo soy redactora de libros: algo más de cuatro mil euros al mes. Es fácil que mis ex compañeros analistas financieros superen –incluso ahora– el medio millón anual.
¿Y no cree que sus ex compañeros de aula se lo merecen?
He recibido la misma formación que ellos y fui seleccionada para un trabajo como el suyo. Le aseguro que no hay nada que hagan que no pueda hacer cualquiera con una inteligencia media y capacidad de ponerse una corbata y una camisa limpias cada mañana. Y de decir "sí, señor".
¿Por qué cree entonces que llegan ustedes a cobrar lo que cobran?
Porque el sistema financiero retribuye a esa élite por su avaricia y falta de escrúpulos. He visto pagar a la banca una fortuna a una escuela de negocios para que dictaminara que el sistema financiero no necesitaba regulaciones... ¡Y nadie se quejó del timo!
Habrá de todo.
Allí se nos educa con incentivos perversos. Un caso concreto: ex compañeros de escuelas de negocios asesoraron a Grecia, ya fichados como ejecutivos de Goldman Sachs, para que supiera cómo maquillar sus cuentas y engañarnos así a todos los europeos.
Pues nos está costando carísimo.
En las escuelas de negocios tu talento lo vuelven avaricia. Son como aspiradoras de inteligencia, ilusión y juventud que devuelven a la sociedad tipos engreídos, cínicos y ajenos al bienestar colectivo. Están obsesionados por hacerse más ricos normalmente a costa de todos.
¿No ha sido siempre más o menos así?
Hoy nuestras élites nos han traicionado. Las élites de antaño sabían que sus privilegios eran consentidos a cambio de contrapartidas para todos. El banquero era consciente de que la sociedad le permitía acumular riqueza, pero sólo para reinvertirla después en la sociedad; y el empresario se apropiaba de las plusvalías del trabajo ajeno, pero también se sabía obligado a crear con ellas empresas y empleo.
Tal vez antaño disimulaban mejor.
¿Sabe por qué mis compañeros acabaron cogiéndome manía cuando dejé las finanzas y me hice periodista?
¡Pero si hizo usted un pésimo negocio!
Porque les bajaba la media de los sueldos que cobra nuestra promoción. Y esa media es la que utiliza el ranking de The Financial Times y otros para establecer el escalafón de las escuelas de negocios de todo el planeta. Si nuestra escuela pierde puestos en esas listas, su propio currículum de ex alumnos de la HEC también se devalúa. Y con él, sus expectativas de mejores sueldos futuros.
Es un cálculo muy tacañón.
Muchos han sido intoxicados por una educación de necio que les ha hecho confundir el valor con el precio. Miden su éxito por el número de ceros de su bonus, ignorando que el principio de placer en la vida no es cuantificable: ¿cuántos dólares vale un poema? Por eso, los chicos de oro acaban esquizofrénicos y suelen tener doble vida.
¿Qué tipo de doble vida?
Es que si no la tienes, te vuelves tarumba. Por mucho que ganes es aburridísimo y frustrante ser analista de inversiones mañana, tarde y noche. Por eso, he descubierto que la mayoría de mis compañeros sólo viven para lo que hacen después de trabajar. Y no me refiero al golf.
¿A qué se refiere?
Descubrí que uno traducía poesía del árabe de forma casi clandestina y otro se había hecho psicoanalista; otros escribían novelas o eran músicos y actores o pintaban...
¿Por qué eligió usted la redacción?
Yo quería escribir y la redacción era parte de mi estrategia. Sabía que perdería el sueldo como analista, pero entonces ya había descubierto el gran principio que derriba el sistema de las escuelas de negocios...
¿...?
En la vida puedes maximizar el placer sin maximizar el beneficio. Y cuando maximizas el placer, estás a gusto contigo mismo. Y eso sí que es ganar.
Muchos jóvenes en escuelas de negocios de élite no es que sean pobres.
En mi promoción abundaban los apellidos con grandes fortunas. Uno de esos chicos de cuna billonaria sostenía frente a la hija de una portera, que había logrado ingresar en la HEC estudiando en la portería...
¿...?
¡Que tenía más mérito él que ella! Porque, a él, como heredero de una gran fortuna, con todas las tentaciones y el futuro asegurado, le costaba más sacrificarse y estudiar que a una joven pobre que tenía todo por ganar. Lo peor es que no era ironía: ¡aquel idiota lo creía de verdad!
Empollona se rebela
Florence fue una empollona, desviviéndose "siempre por complacer a papás y profes". Sacó excelentes notas, con las que ingresó en la selectiva École d´Hautes Études Commerciales (HEC): "Mamá decía que allí me despertarían de mis ensoñaciones literarias". En la HEC estuvo entre los mejores y fue fichada después como analista financiera. Pero, tras años de bonus astronómicos, decidió obtener el máximo placer (para ella, la lectura y la escritura), que, jura, es posible, incluso con el mínimo beneficio (renunciar al grueso de su sueldo). Por eso entró en la sección de libros de Le Monde. Es autora de una apreciable biografía de Isaac Bashevis Singer, una novela y tiene otra en imprenta.
Foto: Jordi Roviralta
Texto: Lluis Amiguet
www.lavanguardia.es
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