El jueves por la noche me llamó mi
editor, Ramón Akal, y me dijo que si me apetecía tomar unos gin-tonics
con él. Acepté inmediatamente, porque una de las pocas cosas buenas que tienen
los editores es que siempre invitan a los gin-tonics y a las cenas, y no están
los tiempos para despreciar productos básicos de supervivencia.
Akal estaba muy ufano y me traía un
libro, recién salido del horno, titulado Adiós, Princesa. Su autor se
llama David Rocasolano. De los Rocasolano de toda la vida. Es decir, el
primo hermano de nuestra adorada y elegante princesaLetizia Ortiz. En
cuanto le eché un vistazo, el libro se me cayó en el gin-tonic para desgracia
de la dipsomanía y de la literatura. Vaya libro.
Adiós, Princesa son las memorias noveladas de
Rocasolano, quien no solo da un repaso a la cotidianidad de palacio, que mucho
compartió, sino que habla del aborto al que se sometió Letizia el 27 de octubre
de 2002.
-Coño, Ramón. Que lo del aborto es
una cosa íntima de la mujer…
-Por eso publico esto. El derecho a
abortar es un derecho de la mujer. Por lo tanto,Rouco Varela no tiene
derecho a comparar el aborto con el genocidio nazi, ni a convocar, a través de
los ultras y del PP, manifestaciones contra las abortistas.
-No sé…
-Yo también tuve mis dudas. Pero ten
en cuenta que Letizia, a través de la institución monárquica, es una defensora
activa de los privilegios de la iglesia. Y de sus sinrazones. Como la iglesia
es una defensora activa de los privilegios de la monarquía. ¿Qué hace Letizia,
una agnóstica, besando con devoción el anillo papal? Publicidad a la iglesia
para alimento de los botarates. Pues yo hago lo mismo. Publicidad de su aborto
a ver si entran en razón los botarates, y empiezan a considerar que el derecho
al aborto es un derecho de la mujer, no un delito.
-Coño, visto así…
-Publicar este libro y esa noticia no
es inmiscuirse en la privacidad de nadie. Es denunciar la hipocresía de quienes
niegan el derecho de la mujer a decidir. Es romper el vínculo cómplice entre la
iglesia y la monarquía. Yo soy editor, no publicador de libros. Tengo el deber
ético de contar esto. Y la Constitución me ampara.
Ese jueves, de mañanita, Ana Rosa
Quintana y Sussana Griso, en Tele 5 y Antena 3, anunciaron el
bombazo (así llaman estas chicas a estas cosas) en sus respectivos magazines.
Akal me dice que la Casa Real las llamó inmediatamente para abortar, nunca
mejor dicho, toda información sobre el tema. Como así fue. “La censura en
España sigue como en la época de Franco”, me dice Akal sonriendo sobre su
gin-tonic. “Yo ya me esperaba esto. Y seguro que están buscando la manera de secuestrar
el libro”.
Pasado mañana, Adiós, Princesa
estará en las librerías, salvo que se cumplan los nefandos augurios de Akal,
que hasta cuando augura en feo parece que se divierte.
Lo que sí es cierto es que, en
cierto modo, este libro obliga a la iglesia española a tomar partido entre
abandonar a los sucesores de la corona o empezar a considerar esa modernidad
casi espantosa que se resume en el sintagma maldito y pecador “derechos de la
mujer”. O “derecho a decidir”. Nuestra Letizia, tan monárquica y tan católica,
gozó de ese derecho. En el libro hasta se dice que se casó con Felipe
excomulgada, ya que el aborto es causa directa de excomunión según nuestra
posmoderna iglesia católica. No sé si este libro valdrá de algo, salvo para
pasar un buen rato, pues es muy ágil y muy divertido de leer. Pero a mí, como
soy un rojo soñador, me encantaría que este libro sirviera para que cualquier
mujer gozara, al menos, de ese secreto privilegio que ejerció con libertad la
futura reina de España. Si su experiencia, princesa, sirve para que los
neocatecúmenos y los ultras se hagan republicanos o empiecen a entrar en razón
con el tema del aborto, si ocurre eso, princesa, me inclino por un momento a
sus pies.
Arturo Pérez
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