Loïck Peyron, ganador, junto a Jean-Pierre Dick, de la 'Barcelona World Race
Tengo 51 años.
Casado y con cuatro hijos.
Nací en Nimes y vivo frente al mar, en Bretaña.
El mamífero más peligroso del planeta es el hombre, y si tiene poder, como es el caso de los políticos, mucho más.
Cinco años interno en los jesuitas me enseñaron a no confiar en ningún dios.
El recuerdo más poderoso de mi infancia es el de una mano, grande como esta, aterrizando en mi cara, seguida de un puntapié en el culo.
¿...?
Mi padre era severo, pero muy bueno. Entonces usted era un gamberro. Un poco. Mi padre era el comandante de los petroleros más grandes del mundo, en la Shell. Cuando tenía 13 años, con unos amigos, hice una trastada más grave de lo habitual y la policía me detuvo.
Huy.
Mi padre iba y venía del golfo Pérsico, siempre viajando. Cuando hizo escala en el norte de Francia, mi madre me llevó a verle. Llegamos de noche, en una barquita muy muy pequeña, subimos en aquel barco enorme...
Y allí estaba el comandante.
“Duerme aquí y mañana hablamos”.Me dormí al amanecer, pocos minutos antes de que medespertara el ruido de la cortina al descorrerse, ¡zasss!, y un escozor en la mejilla. Quería que su hijo tomara el buen camino, no le guardo rencor. Murió hace 25 años.
Ha acabado siguiendo sus pasos.
Mi sueño desde hace 25 años es dar la vuelta al mundo con mi familia. Es un sueño y está bien que lo sea, porque el mejor viaje es el que todavía no has hecho.
Todavía no sé sí la navegación le escogió a usted o usted a la navegación.
Elegí el riesgo, la mejor manera de aprender a vivir. A los 18 años decidí cruzar el Atlántico solo, cuando la navegación deportiva no existía como profesión. Mi padre me dijo: “Tienes dos opciones: o estudias una carrera o te largas a navegar; pero si escoges lo segundo yo no te daré ni de comer”.
¡Caray con el comandante!
Era el año 1979, crucé el Atlántico con un barco de seis metros y sin satélites. Ya sabía que quería pasarme la vida navegando.
Ese sueño lo ha cumplido con creces.
Lo más importante que he descubierto a lo largo de estos años es que para ser un navegante de élite tienes que saber de muchas cosas además de navegar: gestionar patrocinadores, prensa, coser velas, cocinar...
¿Mejor solo o en compañía?
Solo es mucho más estresante, especialmente en multicasco, una de mis especialidades, porque es fácil volcar: de ahí mis canas.
¿Cuál es la motivación?
Tener una buena casa y gente que te quiera para llegar lo más rápido que puedas a tierra. Pero una vez en tierra mi cabeza siempre está ocupada con el próximo proyecto.
¿Qué se aprende de uno mismo?
Que eres muy pequeño, lo cual para mí es una obviedad porque soy muy bajito. Y que la mejor forma para gestionar un problema no son los músculos sino el cerebro, lo cual, de nuevo, fue una buena noticia. Otro valor esencial es el respeto. Debes respetar tu barco, a ti mismo, los tiempos, y a la tripulación si la llevas.
...
Si los políticos se tuvieran más respeto entre ellos, las cosas funcionarían mejor. Y si cada vez que nos dirigimos a alguien o hacemos algo tuviéramos presente esa palabra, el mundo cambiaría. Y hay que aprender a perder. Pero si he de destacar algo es que la certeza no es el buen camino.
¿A qué se refiere?
Nada es lo que parece. Alguien no te gusta y luego resulta, y lo ves mucho en el mar, que en un momento crítico ha respondido de maravilla. El viento cambia siempre.
Entiendo.
Y he aprendido a aceptar las cosas como son, evito el si hubiera o hubiese: si eso lo hubiéramos hecho así, habría sido mejor. Me niego a analizar con la tripulación lo que ya pasó.
¿En una regata como la World Race todo es técnica o cuenta la intuición?
Afortunadamente, la intuición tiene un papel importante. El ordenador te dice la forma de jugar lo mejor posible según las predicciones meteorológicas, pero tú hueles el mar, miras el cielo, el barómetro, y sientes lo que va a pasar, como los campesinos; y ojalá siga así.
¿Lo peor que le ha ocurrido en el mar?
He roto muchos barcos, pero sólo una vez tuve que llamar para pedir socorro. Es muy triste ver cómo se hunde tu barco, lo has diseñado, construido, es como un hijo.
¿Y lo mejor?
El mar plano, la luna, y yo respirando con mi barco. Para mí eso tiene un valor inmenso. Y a los 18 años, llegar a Antigua.
Cuénteme.
No tenía dinero, mi padre me había echado de casa. Partí de Inglaterra, me salté Tenerife y choqué contra las rocas de Lanzarote. Afortunadamente, salvé el barco y cuando vi por primera vez los cocoteros y bebí una piña colada me puse a llorar.
¿Cómo convenció a su mujer para que se casara con un ausente?
Los trabajos que te obligan a estar lejos de casa te ayudan a mantener la pasión.
¿Qué merece la pena en la vida?
Vivir es ya una excepción, y es tan corta la vida que hasta lo malo merece la pena. Si existiera una segunda oportunidad, me gustaría ser un albatros.
¿...?
Vuelan entre el cielo y el mar, jamás aletean, aprovechan el poder del mar, surfean las olas sin tocarlas. A veces se detienen en una isla, hacen el amor, tienen una cría y vuelven a volar, pero cuando escogen una pareja, jamás la abandonan.
Corriendo y descalzo
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